sábado, 13 de febrero de 2010

CANTO PARA ABEL ÀVILA GUZMÀN

¡ Oh hijas de Mnemosina, nacidas en las faldas
del Olimpo sagrado, que es patria de dioses ¡
como regalo os pido que me deis la palabra
adecuada y precisa para exaltar al héroe
de una tierra lejana de los sacros contornos,
más acá de columnas sostenidas por Hércules ,
que Platón describiera y llamara” La Atlántida”,
a la orilla del mar, en las costas norteñas,
donde un río impetuoso que procede del sur
le tributa sus aguas con entrega total;
él triunfo en Barranquilla, “ la procera e inmortal “
y procede de un pueblo que regó con su sangre
en los prados feraces de su Guamo Bolívar
en los campos de Lata, de su Lata querida,
a invasor atrevido que aherrojó sus derechos;
ese héroe cantado enseñó a sus alumnos
que la prosa y el verso romperán las cadenas
que al nativo de América le han querido imponer,
que la letra es el arma que se debe esgrimir;
y se trueca en Quijote que en maltrecho rocín
sus ideales conduce ; con molinos de viento
a guerrear se aprestó sin que Sancho supiera
entender sus razones ; que el humilde escudero,
solamente pensaba, en buscar su pitanza,
que pastores brindaban con su gran cortesía
y el Hidalgo les daba sus agradecimientos
sin que Sancho y los rústicos un instante dejaran
de saciar su apetito sin prestar atención
a prudentes razones de elogiar la grandeza
de pastores sencillos que ofrecen gustosos
lo que tienen, a otros, olvidándose un poco
de sus propios instintos que los obligarían
a guardar para sí, del esfuerzo los frutos.
Los humildes pastores es la gente corriente
que le ofrece al Quijote y a su buen escudero
el aplauso sincero por sus mil concepciones.
Sancho Panza el glotón que es sencillo en el alma
acompaña al hidalgo en sus cien aventuras,
llevando en su alforja la palabra grabada
en el blanco papel que reclama la imprenta.
Nuestro héroe cantado tuvo por nombre sagrado
el del hijo de Eva que murió por su hermano
que con arma inicial le robó la existencia.
Abel Ávila Guzmán se llama el guerrero
que con razones prudentes llamaba al amigo
a nacer a la fama por medio del libro:
“El que escribe no muere” fue su proclama.
Por eso rendimos sencillo homenaje
al que nos indujo a nacer a la fama
al que nos llevó a eternizar nuestros nombres,
grabando en papiro con letras de oro
las angustias, esperanzas y sueños.
Sea preclaro por siempre: escritor y mecenas,
poeta y cuentista , ensayista y autor de novelas.
A las Musa rogamos que canten su nombre,
gritando por siempre:” Abel Ávila el Grande”.


Reinaldo Bustillo Cuevas

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